En el laberinto de las esquinas y paisajes de Vicente López, se alza la figura inabarcable e inacabable de Luis Rafael. Nos encontramos con frecuencia en los recodos del barrio, donde compartimos relatos de nuestras vidas. Cantor de tangos y ferviente amante del cine, su corazón albergaba una admiración insondable por el genio de Charles Chaplin y las películas de Star Wars. Sin embargo, una maldita traición lo arrojó sin piedad a las calles, desposeído de todo cuanto le pertenecía.

Gustaba de deleitarse con los placeres simples de la existencia, como los cornalitos, los filets de merluza y los langostinos con salsa golf. Y no podía faltar el chispeante champagne francés, cuyo fulgor acompañaba a alguna alma desenfrenada que, danzando sobre una mesa, esperaba impaciente los primeros resplandores del alba. “Boludeces”, murmuraba él con una sonrisa irónica.

Mas hoy en día, esos placeres distantes se desvanecen únicamente en los recuerdos de un pasado irrecuperable. La vida, con su férula implacable, lo ha golpeado con dureza, sumiéndolo en la miseria. Ya no hay cabida para los excesos y los derroches. Ahora, apenas le es permitido deleitarse con unos cigarrillos, arrancados de las manos de los vecinos que comparten su destino cotidiano.

Luis Rafael, en su caída vertiginosa, personifica la cruda realidad de la existencia. Un hombre destrozado por las traiciones, condenado a subsistir en los márgenes de una sociedad hostil. Sus sueños y ambiciones, aplastados sin piedad, han sido reemplazados por la lucha por la mera supervivencia.

La opulencia y el lujo que antaño lo rodeaban se han disipado en la penumbra, dejando tras de sí tan solo los vestigios de una existencia que en otro tiempo fue grandiosa. Su semblante, ahora marcado por las cicatrices del tiempo y la desolación, lleva el peso de las injusticias y las vicisitudes del destino. En su desamparo, Luis Rafael nos recuerda la fragilidad de nuestras fortunas y la importancia de la empatía hacia aquellos que, como él, han sido arrastrados por las corrientes inclementes de la existencia.

Así, a través de esta serie fotográfica, trascendemos las barreras del tiempo y del espacio, y quedan como fiel registro de varios de nuestros encuentros.