Los sin nombre de las anónimas ciudades.
Uno más que no es uno más; se oculta en un silencio imperturbable, en la sonrisa condescendiente y en el abismo de su mirada.
Resulta difícil ensayar un pasado posible con un presente que no da tregua, que duele y delinea su rostro en mil caminos.
Un vaso vacío que pide. Una mano que ofrece para saldar sus actos de caridad, templar el ego y complacer al poder divino.
Cuando la sensibilidad es un peligro, damos para no descubrirnos en esos ojos.
Extiende su mano.
Extiendo mi cámara.
Invisibles en busca de presencias inesperadas.